domingo, 7 de febrero de 2016

EL ROCK ESTÁ MUY VIVO

Barcelona, un día cualquiera de 2016.

Esa tarde tan ansiada, hacía días que había comenzado mal.
Hacía días que se había suspendido tan esperado concierto al cual tenía muchas ganas de asistir. La falta de entradas anticipadas vendidas, se decía. Otra vez más la misma historia.

 Cogí la chaqueta y salí ese mismo día en que se tenía que hacer el concierto suspendido. Alternativas hay, pensé.

Mientras busco sin resultados en la radio del coche algo de Rock - y que no sea esa emisora que te lo repiten todo mil veces -  llego a mi primera parada. Una primera parada en una calle en lo que antes era el paraíso de los amantes de la música. Comprar discos; ese acto que parece para muchos ser parte del paleolítico. Pero uno que disfruta hablando con el vendedor, con amistades y conocidos sobre este u otro disco, uno que siempre se lleva esa pequeña alegría en formato sonoro, vuelve una vez más. Pero ya nada es igual. Las tiendas de discos, como la misma industria discográfica, han sucumbido a lo digital.
 Pocas son las que han sobrevivido.
Unas cuantas cosas compradas, y directo a ver un concierto que montan y que parece interesante, con bandas de la zona y de la capital.

Poca gente. Es primera hora pienso intentando auto convencerme de que no será otra noche sin gente. Ya son demasiadas veces que le he intentado hacer trampas a la lógica.
Un pequeño grupo de gente entusiasta delante del escenario viendo a los primeros tocar. Cantan sus temas, saltan, hacen fotos,… son sus fans más acérrimos. Parejas, familia y amigos. Acaba el concierto. Me alegra ver que apuestan por componer temas propios. Pero esa misma determinación hace que de los pocos más que habremos en el local, excepto los antes citados, pasen el concierto entre cervezas comentando tal vez la última fechoría del gobierno. En el stand de merch solo camisetas de manga corta del grupo.
Los siguientes en salir, son un grupo de versiones. Curiosamente, se anima de forma visible la sala. Un grupo más, imitando a dinosaurios del Rock. Entre clásico y clásico, aceptablemente bien tocado, pasa el concierto. Difícilmente pasaran a mayor gloria, pienso mientras el aplaudir del personal les da el aprobado. Y es que comienza a ser habitual que cada ciudad tenga sus propios grupos tributos.
Mientras acabo la cerveza, un conocido de conciertos, me dice sobre la muerte - una más -, de otro ilustre del Rock. Nuestras miradas se pierden en el fondo del vaso, mientras la idea de que algo importante acaba con la muerte de ellos.
Finalmente entra en acción el grupo de la capital. Son buenos. Llevan ya muchos años demostrando que saben hacer canciones. Pero  de nuevo se vacía ostensiblemente la sala. Como humo ante un ventilador, se va la gente. Nos quedamos como casi cuando puse los pies por primera vez en la sala. Para desanimo nuestro y el del músico. De todas maneras, lo dan todo, ante un pequeño pero fogoso grupo de fans. Hora y media de show sin descanso. Tantos kilómetros habrán valido la pena?

Acaba el concierto. Silencio nada más acabar con la última nota. Un silencio perturbador.
El grupo de seguida está por sus fans. Sus camisetas aún son testigo del esfuerzo realizado. Fotos, firmas, y el comentario, que a pesar de todo, de la poca gente, se lo han pasado bien sobre el escenario ¿Pero volverán algún día?
 Me voy con la convicción que los grupos vistos lo hacen bien. Muy bien. Pero la calidad no es sinónimo de éxito. El éxito es muy caprichoso. Y hoy la buena música le importa un pito al señor éxito.

No muy lejos de allí, la noche anterior hacían un lleno apoteósico  unos  grandes del Heavy. Ante una audiencia, en que los que menos veías, eran rockeros. Hasta mí encargado, enfundado en sus pantalones Gstar, ese que lo más duro que ha escuchado es Tequila, estaba entre el público. Si Bon Scott levantase la cabeza…
Como en la sala posteriormente al concierto programan música para las grandes masas, me decido ir a tomar una cerveza a uno de los pocos bares donde se puede escuchar buena música. Programar y poner Rock, cada día se ha vuelto más difícil.
Entro en el bar. Como decían Barricada: <las mismas caras, los mismos gestos>.

Siempre los mismos.

Saludo al responsable que lleva el bar. Mucho tiempo acudiendo nos ha hecho entablar cierta amistad. Me devuelve el saludo desde la otra punta de la barra, y sin decirle nada me trae mi brebaje preferido. Pero hoy su cara afable no es la misma. Como un barreño de agua helada cae sobre mí, la noticia de que cierra el bar. Demasiado tiempo luchando a contracorriente. Recibiendo críticas de propios y extraños. Demasiado tiempo de palmaditas en la espalda, mientras los ves desfilar a la discoteca de moda. Mañana será otro día, donde ponerse la camiseta de rigor y volver a ser heavy. Pero esta noche como casi todas, será igual. Toca camisa y ralla al lado.
 Esta te invito yo, me dice. Hablamos un buen rato al calor de la buena música, mientras las mismas caras parecen parte del mobiliario del bar. Donde habrá quedado aquella actitud rockera, donde uno salía a comerse la noche y la vida?
Un vídeo en la pantalla de unos grandes del Rock. Millones de visitas en youtube. Al igual que lo que costaban de hacer esos vídeos. Millones. Pero eso ya forma parte del pasado. El Rock transgresor ya nunca más será igual. Sera Rock. Pero no removerá conciencias. Ni corazones.

Un amargo hasta luego mientras el responsable del bar baja la persiana, y de vuelta a casa sumido en muchos pensamientos encontrados.

El Rock está muy vivo. Tal vez sí.


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